Más allá del 5 de Noviembre

La atención del mundo está puesta en las próximas elecciones presidenciales de Estados Unidos. La narrativa predominante en los medios y redes sociales, a menudo tendenciosa y marcada por ideologías de todo tipo, ha amplificado la expectativa. Este clima de ansiedad parece ser una estrategia bien diseñada, una inyección que nos transmite la idea de que estamos ante “las elecciones más importantes de nuestro tiempo”. Sin embargo, ¿es esto cierto? ¿Realmente estamos frente a la votación que definirá el futuro de nuestra sociedad? Creo que no. Esta no es la elección más crucial de nuestras vidas, y reconocer esto puede darnos la calma y la perspectiva necesarias para enfrentar con sabiduría lo que se avecina.

Donald Trump, de 78 años, se enfrenta a su segunda oportunidad presidencial, mientras que Kamala Harris, de 60, buscará su primer mandato.

Cada ciclo electoral viene acompañado de la misma afirmación apocalíptica: “este es el momento definitivo”. Sin embargo, la historia demuestra que hemos superado otros eventos similares, con sus propias tensiones y desafíos, y que el mundo no ha colapsado por una sola elección. No minimizo su importancia, pero debemos recordar que la vida y el bien común no dependen exclusivamente del inquilino de la Casa Blanca. Ahora bien, esta conclusión no significa que debamos ignorar la relevancia de elegir a la persona correcta para el puesto.

Como cristianos y conservadores, no podemos negar nuestras inquietudes ante una posible presidencia de Kamala Harris. Sus posturas y acciones a favor del aborto —llegando incluso a sostener que este es un “derecho constitucional” y votando dos veces en contra de la Ley de Protección de Sobrevivientes del Aborto Nacidos Vivos— no representan nuestros valores. Recordemos también que fue la primera vicepresidenta en hacer una visita oficial a una clínica abortista. Sus políticas y su lenguaje reflejan un enfoque que choca profundamente con los principios de la vida y la dignidad humana que defendemos. No es solo una cuestión de ideología; es un tema de valores fundamentales, los mismos valores que Harris desestimó públicamente al decirles a jóvenes cristianos en un mitin que estaban “en el lugar equivocado”.

A pesar de estos temores, es importante recordar que el futuro de nuestros hijos y de nuestra sociedad no depende exclusivamente de un presidente. Nuestro papel como padres, ciudadanos y creyentes va mucho más allá de cualquier elección presidencial. La verdadera transformación de una sociedad comienza en el hogar, en la educación de nuestros hijos, en la transmisión de principios cristianos y conservadores. Mientras nosotros, como familias, sigamos comprometidos a inculcar valores de respeto, responsabilidad y amor por la vida en nuestros hijos, estamos realizando el acto político más importante que existe. Esa educación será la verdadera defensa contra políticas que atentan contra los principios fundamentales.

Este es el momento de actuar con optimismo y confianza, recordando que cada hogar cristiano y conservador es un bastión contra la cultura de la inmediatez, el relativismo y la despersonalización. Nuestra misión está clara: levantar una nueva generación que entienda la importancia de la libertad, la fe y la dignidad humana. Si logramos esto, habremos hecho nuestra contribución más significativa a la sociedad, independientemente de quién ocupe la Casa Blanca.

Al final del día, la paz y la esperanza no se encuentran en el resultado de una elección, sino en el compromiso constante de cada uno de nosotros por vivir y defender nuestros principios. Más allá de la ansiedad que nos imponen las campañas electorales, debemos mirar hacia el futuro con la certeza de que, mientras haya familias firmes en sus creencias y principios, siempre habrá esperanza para construir un mejor mañana.

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