Mis amigos fueron arrestados en París por un mensaje cristiano 

"Bienaventurados aquellos que han sido perseguidos por causa de la justicia , pues de ellos es el reino de los cielos¨- Mateo 5: 10. 

Es alarmante observar cómo la fe cristiana ha sido objeto de burla en un evento de la magnitud de los Juegos Olímpicos, un escenario que debería ser un símbolo de unión y respeto entre culturas. La reciente apertura en París dejó un mal sabor de boca a muchos creyentes, cuando el comité organizador, en un acto que parece deliberadamente ofensivo, decidió parodiar la Última Cena, uno de los momentos más sagrados para los cristianos. El escándalo que esto provocó fue tal, que días después, Thomas Jelly, a la cabeza del comité organizador del evento de apertura, intentó minimizar la ofensa calificándola como una representación de una fiesta pagana del dios griego Dionisio. Una explicación que solo subrayó la falta de sensibilidad hacia la fe cristiana, ratificada de manera oficial por uno de sus miembros.

Foto de la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos donde se ve la imitación a La Última Cena.

Sin embargo, lo verdaderamente indignante vino después. En una acción que sólo puede calificarse como un ataque directo a la libertad de expresión, el gobierno francés decidió encarcelar a un grupo de jóvenes cuyo único "crimen" fue hacer visible su protesta pacífica a través de un autobús que circulaba con el mensaje "StopAttacksOnChristians.org" – "Dejen de atacar a cristianos". Para muchos, esta respuesta fue una sacudida, pero para mí, fue algo profundamente personal. Entre los detenidos estaban mis amigos, compañeros de lucha en la defensa de nuestros valores.

Fotos del bus por las calles de París antes de ser detenido.

Lo que debía ser una acción sencilla y pacífica – dar voz a casi  400 mil personas que, a través de CitizenGO, firmaron una petición pidiendo una disculpa al Comité Olímpico Internacional – se convirtió en un episodio de represión. El autobús llegó a París a las 9:00 a.m., y en cuestión de horas, ya había captado la atención de muchos parisinos. Su conductor, un hombre sencillo que simplemente hacía su trabajo, también fue detenido junto a mis amigos. Cuando se aproximaba la tarde, cerca del Arco del Triunfo, la policía los rodeó. Ante la sorpresa, el conductor contactó a los chicos de CitizenGO, quienes llegaron rápidamente para esclarecer la situación. Confiados en que se trataba de un simple malentendido, accedieron a acompañar a los agentes para llenar unos documentos. Lo que no sabían es que estaban a punto de ser arrestados.

Video del equipo yendo a la comisaría. Para verlo haz click aquí.

A su llegada a la comisaría, se les informó que su detención se debía a "realizar una manifestación sin permiso". ¿Desde cuándo un autobús con pegatinas se convierte en una manifestación ilegal? A partir de ese momento, todo se tornó oscuro. La comunicación fue cortada, y nuestro equipo tuvo que actuar rápidamente para encontrar abogados que pudieran liberarlos de esta injusticia. No fue hasta las 4:00 a.m., tras arduas mediaciones legales, que finalmente fueron liberados.

Lo que sucedió fue un relato de horror: todas sus pertenencias fueron confiscadas, fueron desnudados y registrados, y se les negó el derecho básico de contactar a sus abogados o familiares. Todo esto, bajo cargos inexistentes. Sufrieron presión psicológica, amenazas de una detención prolongada, y pasaron la noche en condiciones deplorables, algunos incluso sin comida ni agua. Todo esto para qué? Para sofocar una voz disidente, para castigar a quienes se atreven a levantar la voz en defensa de la fe.


El panorama que se pinta con este episodio es profundamente preocupante. No solo porque se atenta contra la libertad de expresión y la libre manifestación de las creencias religiosas, sino porque revela una tendencia peligrosa hacia la intolerancia institucionalizada. Cuando un gobierno se siente con el derecho de silenciar de manera tan drástica a quienes piensan diferente, el mensaje es claro: no hay lugar para la disidencia. Este tipo de acciones no solo buscan intimidar, sino que intentan imponer una narrativa única, excluyendo a todos aquellos que se atrevan a cuestionarla. Y es precisamente en este contexto que nuestra resistencia se vuelve más crucial que nunca.

Este incidente es un llamado de atención para todos nosotros. Es un recordatorio de que la lucha por la libertad, la familia y la vida está lejos de terminar. Debemos mantenernos firmes, unidos, y continuar defendiendo nuestros derechos fundamentales contra cualquier forma de persecución política o ideológica. La acción ciudadana no es solo un derecho, es una necesidad urgente en tiempos como estos.

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